Porque la experiencia es eso: una triste riqueza que sólo sirve para saber cómo se debería haber vivido, pero no para vivir nuevamente. Josefina Vicens
POR QUÉ NO OLVIDAR
Hoy todo es como una cartografía, una geografía pasional, dije yo hace años, una gramática que marca los rostros y los cuerpos. No sin razón decía Foucault que “Más de uno, como yo sin duda, escriben para perder el rostro. No me pregunten quién soy, ni me pidan que permanezca invariable: es una moral de estado civil la que rige nuestra documentación. Que nos deje en paz cuando se trata de escribir”. El fundamento de la existencia humana es el diálogo con el propio acontecer del lenguaje (el inconsciente está estructurado como un lenguaje), pero el lenguaje primordial es la poesía como instauración del ser. Algo que sólo será luego, determina cómo tuvo que ser antes. Pero olvidar, confundir, errar, equivocarse, tirar cosas o perder algo, perder a alguien son expresiones que están destinadas a ser figuras simbólicas de un pensamiento reprimido, o bien —como dice Freud—, a ofrendar sacrificios de oscuro destino en el altar de las irremediables potencias del inconsciente. No quiero olvidar.
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