Porque la experiencia es eso: una triste riqueza que sólo sirve para saber cómo se debería haber vivido, pero no para vivir nuevamente. Josefina Vicens
Barcelona de mis recuerdos, Tirant Lo Blanc
Mañana salgo para Barcelona. Hacía tanto tiempo que no regresaba... No parece que fue ayer, no. De hecho ha pasado mucho tiempo desde la última vez. No se trata de cerrar ciclos porque yo, al menos no tengo ciclos sino de hacer valer la memoria, esa que nos da la identidad de lo que somos y por qué lo somos. Recuerdo que fui muy feliz viviendo en Paseo de Gracia. Recuerdo también que saliendo de casa lo primero que veía en la calle era La Pedrera y luego caminaba por las baldosas azules de Paseo de Gracia. A veces me sentaba en sus bancas y veía pasar a la gente sólo por el gusto de ver cómo iban vestidos, las medias conversaciones que escuchaba, los gritos de la gente, porque eso es cierto, el español, el catalán, hablan muy alto. Me gustaba mi casa en Barcelona, me gustaba mi vida en esa ciudad que estaba alimentada por la recuperación de sus historia, de sus tradiciones, pero sobre todo de su lengua. Recuerdo que también vi por primera vez editada en catalán o, perdón, en valenciano la novela Tirant Lo Blanc. Me asombró esa fuerza de vida de los catalanes, de los valencianos, empujar para adelante, afirmarse como un país con lengua, historia, literatura, sangre, nada más emocionante que esto. Sin duda, Tirant Lo Blanc es uno de los libros más importantes de la literatura universal. Fue la primera novela caballeresca que se imprimió y de hecho, como dicen en internet, fue anterior a la novela de caballerías Amadís de Gaula. Una novela de finales del siglo XV, escrita en valenciano por Joanot Martorell. La novela nos cuenta los amores y las mil y una vicisitudes del caballero que protagoniza toda la novela, Tirant es un caballero y como tal participa en competiciones caballerescas en Inglaterra y prosigue sus aventuras en Francia y termina llegando a salvar al Imperio Bizantino frente a los turcos otomanos. La historia es triste, no cuento el final para invitarlos a leerla, supongo que habrá en español para los que no leen valenciano.
Ahí conocí a muchos queridos amigos que me enseñaron muchas cosas. Conocí a Eugenio Trías en un momento en el que escribía Filosofía del futuro y conversé muchas tardes en la cafetería de la Universidad. A Victoria Camps, extraordinaria mujer, inteligente, sensata que apostaba por la ética, a Rupert de Ventós aunque ya era eurodiputado. Ahí nació mi primer hijo: Esteban, como el santo patrono de Barcelona, ahí conocí también la villanía de personajes grises. Pero más que nada, conocí la belleza de un mundo que desapareció. Mañana, un día de encuentros
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