Porque la experiencia es eso: una triste riqueza que sólo sirve para saber cómo se debería haber vivido, pero no para vivir nuevamente. Josefina Vicens
Los Collages
Escribí una entrada para ahora, pero por alguna razón se borró. Siempre me da tristeza que se me borren las cosas que he escrito, es decir, ya me ha sucedido con frecuencia. Pero por otro lado me hace volver a escribir, intentar decir lo que acabo de escribir pero de manera más sencilla, de forma tal que deje atrás todo lo que impide la sinceridad (hasta donde se puede) de la propia escritura.
Contaba que había empezado a hacer collages, sí, como se escucha,"collages". Pequeños, en formato postal. Mi mujer me indujo a ello. Ella los hace con enorme gusto, se le nota el placer de hacerlos sólo por hacerlos, sólo por tener algo que regalar a sus amigas, o no, creo más bien que es sólo por el placer de jugar. No es la primera vez que los hago, sí, es cierto, fue hace muchos años cuando los hice, claro que todo en mi es ya "desde hace muchos años". Tenía alrededor de 20 años, me había decidido por la pintura, pensé que era mi camino, pero la vida era dura y además como vivía solo tenía que mantenerme, cosa harto difícil. Así que por un tiempo estuve pintando. Me gustaba el arte abstracto, las composiciones, más que la pintura realista. Ésta no me gustaba para nada. Hay técnicas muy precisas para dar el volúmen, la luz, los efectos de sombra, los planos, el encuadre, etc., todas ya sumamente estudiadas y si te dedicas un poco a ellas se te entregan con enorme facilidad. Al final sólo son técnicas, no arte. Igual antiguamente se buscaba la técnica con el arte, y para ello era imprescindible que se sumaran. Pero el talento es escabullidizo, fugaz, veleidoso y no se entrega fácilmente. Así que siempre se pensó que además de las técnicas pictóricas había que tener talento, como le llamó Lope de Vega al "enmedio" del soneto. No sé qué tanta razón tenía. Pienso que la pintura no es un arte que se de sin más, pero que el territorio del arte, del pictórico, al menos, es la pintura misma; como del collage son los materiales y la pintura, y el mundo entero que se vierte en ellos. Yo los hice hace años, cuando decidí que las artes plásticas eran mi camino. El tiempo, las oportunidades, las conexiones, las amistades, en fin, todo aquello que en México se requiere para triunfar, no se me dio. Empecé a pintar abstracto, pero nada, no tuve el mayor éxito. Así que entre más tiempo pasaba más urgente se hacía poder vivir de lo que hacía, apenas si vendía algunos cuadros, casi al costo, la gente empujaba y el hambre arreciaba. No había más remedio que dejar los cuadros por unos cuantos pesos, apenas para ganarle algo. Fue una mala época, porque dejé de pintar lo que quería para pintar para vivir y el mercado es tremendo cuando no eres famoso. Pinté bodegones, marinas, caballos, puafff, se vendían pero a duras penas. Y yo me comí el dinero y pronto ya no tuve para comprar más lienzos ni tubos ni pinceles. Por ello recurrí al Collage, los materiales me recordaban al arte povera, porque eran materiales que tenía a a la mano, periódicos, revistas, recortes de papel, libros incluso, todo aquello que tuviera la textura que pudiera armonizar con otros. Hice como 30, quizá menos, apenas si recuerdo. Me transformaba, eso sí que lo he vivido. Me gustaba la combinación de colores, los sitios en los que se acomodaban esos recortes, las letras, los papeles que me regalaba un bodeguero de papel que vivía por las calles de Alzate. Todo era como ir acomodando acordes de colores. Claro que ahora lo pienso desde mi recuerdo traicionado porque la memoria me engaña y ella me trae los collages de Juan Gris, de Picasso, de otros tantos, como de Fernando García Ponce. Él sí que era un mago para hacer maravillosos collages, un equilibrio perfecto, el equilibrio que le faltó a su vida lo alcanzó en el arte, como Juan, su hermano. Geniales ambos. Nunca pude platicar con Fernando, me gustaba mucho lo que hacía pero él siempre terminaba hablando de la "resistencia de materiales", una resistencia que no pudo albergar en su lastimado cuerpo. Eso es lo que recuerdo, los que verdaderamente hice yo se pierden en el tiempo. Si sé que no vendí ni uno solo. A nadie les gustaban. Lo que me hace acordar que terminé rompiéndolos porque eran difíciles de transportar y mi vida cambiaba de giro y de distancias.
Empecé a hacer collages, y en cuanto empiezo a juguetear con los materiales el mundo es otro, me gusta hacerlos sobre todo porque no espero nada de ellos, ni quiero ser reconocido, ni quiero hacer una gran exposición, ni se me antoja nada, sólo hacerlos, jugar, descansar haciendo paz en mi vida. Idalia los hace y me invitó varias veces a hacerlos. Yo me negaba como si con ello quisiera no recordar etapas en las de tantos intentos. No sé en realidad por qué me negué. Hasta hace poco. Un día simplemente me senté y mi mujer me dio los materiales, me dijo cómo hacer los márgenes, la paleta de colores, sus pinceles, sus recortes, sus materiales, y con todo lo que ella me dio voy recuperando un pasado que yace bajo mil escombros..., vuelvo a hacerlos, en tamaño postal, pequeños, como bocetos que quieren sólo eso, ser simples ofrendas al equilibrio, a una representación de la vida misma. Me gusta. Me da mucha paz, como cuando veo los collages de Idalia ellos me hablan del juego, de lo lúdico de la vida, esa magia que tienen sus dibujos y sus collages. Ayer fuimos a ver una exposición de Chagall. Ya lo había visto, en París, en La Ópera, en una magna exposición en el Pompidou. Es tan arrebatador, tan poco solemne, porque puede poner a un hombre sentado en una pájara en actitud de amar para siempre, o representar "El sueño de una noche de verano" o las "fabulas de Lafontaine", acercarse a la Biblia, y dejar expuesto ahí ese placer de vivir, de sentir que la vida es un don y no una obligación. En los dibujos de Idalia, siempre encuentro eso mismo, un placer de ser, un placer de jugar, de existir. Quizá eso sea todo, alcanzar el juego mediante el arte, porque probablemente el arte no sea otra cosa que el juego mismo
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