Poder prometer


"Creo que los estudios humanísticos deben permanecer como una parte esencial de nuestra formación cultural y de nuestras vidas, entre otras razones, porque responden a la necesidad de encontrar sentido a la vida y al ansia de identidad individual que siente el hombre hoy no menos que en el pasado" (A.Bullock, La Tradición Humanista en Occidente).

Con esto de la contienda por la dirección de la Facultad, me percato de que algo que estará ahí, en el tapete del juego, es la promesa. Me temo que por ser como soy tengo que recordar aquí algunas cuestiones que son como látigos en medio de la tormenta: Una característica más importante que la de poder engañar o ser engañado es aquella en la que Nietzsche vio la base de toda civilización: la capacidad de prometer. El hombre, nos decía Nietzsche, es el único animal que puede prometer y aquí reside el núcleo de su condición social. En la Genealogía de la Moral se nos habla de la terrible violencia con la que los primeros manipuladores de la humanidad, los grandes valoradores que fundaron al hombre, tuvieron que grabar a fuego en las conciencias y, sobre todo, en las memorias la obligación de acatar las promesas. De tal modo que la capacidad misma de prometer parece derivar de una manipulación primera, aunque quizá fuese una coacción original que trató al hombre como a una cosa precisamente para que dejara de ser cosa. Fuera como fuese, creo que aquí sí hay algo que realmente escapa a la cosificación. Cuando los hombres prometen y cumplen, se portan unos a otros de una forma totalmente distinta a como lo hacen respecto a las cosas. Eso es lo que está en juego.