los "jóvenes se drogan porque no creen en Dios"


Quizá sea yo un "Eautontimorumenos", como decía Terencio. No le faltaría razón. Hemos entrando en las sociedades de control, como decía Deleuze, que ya no funcionan mediante el encierro, sino mediante un control continuo y una comunicación instantánea. Todo es flexible. En algún lugar de la red leí que todo es líquido, todo se resuelve con entradas a este mundo virtual en el que aparecen las tarjetas de crédito, los mails, los podcast, los videocast, el sinnúmero de sociedades virtuales a las que todos juegan creando su sin city, pero cada vez que usamos la tarjeta, cada vez que enviamos un e-mail o que miramos una página de Internet vamos dejando rastros, huellas, vestigios, trazas, ahí decimos qué consumimos, con qué nos entretenemos, qué opinión política cultivamos, qué es lo que deseamos, cuáles son nuestros sueños y nuestras perversiones más ocultas, y cuanto más dentro del grupo de pertenencia está un individuo, más se multiplican sus rastros, sus pistas, el recorrido que certifica la formación de una subjetividad cerrada a la sociedad que lo forma. Todo eso es parte de un enorme archivo virtual que permite, entre otras cosas, “orientar” nuestra vida pero, sobre todo, nuestro consumo. Quizá el ingrediente que faltaba: el miedo. Siempre ha estado ahí, hoy, para no exagerar y tampoco olvidar aquello que decía Borges, sólo ha variado un poco. Estamos ante una “heurística del temor”: donde lo que nos toca es tomar nota de los peligros, calcular los avances del mal y actuar en consecuencia, una ética del temor, una ética del sometimiento. Me parece que ni Deleuze, ni Jonas pudieron imaginar que el mal y el miedo podían alcanzar las dimensiones que han alcanzado. El ejemplo más impactante lo da un documento presentado en la XXIII Conferencia Internacional sobre Protección de la Información y Privacidad, que también leí en algún Blog o en una nota en la red, según el cual Gran Bretaña es la sociedad más vigilada de Occidente, con 4,2 millones de cámaras. Se calcula que cada británico es captado por las cámaras unas 300 veces por día. Una vasta red de sistemas inteligentes interconectados permite, actualmente, seguir el mínimo comportamiento de millones de personas en el tiempo y en el espacio. Y se va por más. El pronóstico es, por cierto, escalofriante. En un tiempo no muy lejano, todos los ciudadanos de esta aldea global estaremos siendo vigilados en nuestros hábitos cotidianos, preferencias alimenticias, conversaciones, confesiones, intimidades amatorias, encuentros y desencuentros. Al parecer -y hasta nuevo aviso- sólo los pensamientos no expresados podrán resguardarse de semejante panoptismo, al igual que en la esclavitud. Como dice nuestro "ilustre Presidente": los "jóvenes se drogan porque no creen en Dios", ufff, ¡¡¡¡qué frase!!!!
Quizá esta sea la peor parte del miedo. La amenaza sobre nuestras creencias.