ADIOSES DIFÍCILES




Hace tiempo leí que el sujeto es siervo del lenguaje, y en una cita que alguien hacía de un texto de Lacan se escribía que "el lenguaje como estructura preexiste a la entrada que hace en él cada sujeto". De una forma u otra, esto es para todos nosotros un poner límites a eso tan queridamente preciado que es la comunicación humana.
Creemos que comunicamos, esa es la razón de este siglo, y todo lo refuta, no comunicamos un carajo.
Los lacanianos dicen que “hay un muro”, y ese es el lenguaje, por ello la comunicación no es tal como pensamos sino que tiene sus límites, porque el lenguaje es mostrenco y equívoco. 
Nunca podemos comunicar todo lo que queremos, eso es imposible. Siempre hay restos que incluso contradicen lo que hemos dicho, siempre hay otra interpretación que dar a lo escrito y a lo escuchado, siempre hay otro lado del propio lenguaje que nos abruma y por lo que pareciera que es mejor el dicho de que "hechos son amores y no buenas razones".
Cuando hablo o escribo estoy sometido dos cuestiones básicas, qué es lo que estoy diciendo y qué es lo que el interlocutor va a comprender de lo que estoy diciendo. No sé su pasado, ni su formación cultural ni mucho menos su estructura subjetiva por lo que es dudoso que entremos al terreno de la comprensión. Donde yo digo blanco, el otro puede entender árbol, donde yo digo amor, el otro puede entender calcetín. Nunca estamos seguros de haber sido entendidos y mucho menos comprendido.
Querer comunicarse entre dos amantes es siempre un malentendido, un equívoco, una suerte de moneda echada al aire, porque en la comunicación se juega el deseo inconsciente.
No he querido escribir más sobre la muerte de las relaciones. No sé por qué, quizá porque en el fondo uno se muere en cada relación que se pierde.

CORSI Y RICORSI, y se fue para siempre



Vico, en el siglo XVII habló, en la Ciencia Nueva, del corsi y el ricorsi, palabras que querían significar el modo en como acontecía la historia universal. Sin duda, como se ha dicho hasta la náusea, fue quien dio asiento a la idea de la dialéctica en la historia de Hegel. Es decir, los sucesos históricos no avanzan de forma lineal empujados por el vertiginoso  progreso, sino más bien de manera cíclica de tal forma que se repiten esos ciclos para hacernos ver que sí, hay avances pero también hay retrocesos. El Corsi entonces es eso que evoluciona en el tiempo, mientras que el Ricorsi  venía a ser aquello que vuelve o retorna. 
Hoy que B se fue definitivamente, pienso que las relaciones amorosas tienen mucho de este ritornello, aunque no es musical, sino teatral. 
Las relaciones, lo creo ahora, tienen también su caducidad inscrita ya en la misma naturaleza del amor, de hecho creo que responden a toda una lógica de nuestro tiempo, pues puedo advertir que cada relación imita la gramática de la anterior y por ello nos parece que volvemos a estar como al principio. Claro que al final, siempre al final, esos corsis y ricorsis se terminan cuando finalmente uno de los dos miembros de la pareja deja de establecer esas condiciones de repetición. Y se va para siempre. 
Las relaciones amorosas siempre termina igual, casi podría decir que son esquemas que se trasladan a la realidad y nos hacen sufrir una y otra vez. Corsi y ricorsi, nada más, en medio de los esquemas de las relaciones que también se repiten.
Lo más triste es que ese final se da algo que me parece asqueroso: la condescendencia. En favor de ese "recuerdo" que se quiere preservar uno se torna condescendiente, aquiescente. Y entonces adquiere la investidura del que perdona, del que otorga, del que da, del que comprende. Pero igual nos quedamos sin la persona amada y eso no es más que quedarnos solos de nosotros mismos. 
¿Que si no la extraño? Carajo, claro que sí. Como en cada ocasión se extraña a la persona que se va. Nunca más es una frase que pesa enormemente porque es cierto, nunca más. Nunca es una palabra definitiva, absoluta, nos cierra todo, y la tenemos que albergar prontamente para que no tratemos de iniciar de nueva cuenta esa relación que se ha muerto.