Hoy que B se fue definitivamente, pienso que las relaciones amorosas tienen mucho de este ritornello, aunque no es musical, sino teatral.
Las relaciones, lo creo ahora, tienen también su caducidad inscrita ya en la misma naturaleza del amor, de hecho creo que responden a toda una lógica de nuestro tiempo, pues puedo advertir que cada relación imita la gramática de la anterior y por ello nos parece que volvemos a estar como al principio. Claro que al final, siempre al final, esos corsis y ricorsis se terminan cuando finalmente uno de los dos miembros de la pareja deja de establecer esas condiciones de repetición. Y se va para siempre.
Las relaciones amorosas siempre termina igual, casi podría decir que son esquemas que se trasladan a la realidad y nos hacen sufrir una y otra vez. Corsi y ricorsi, nada más, en medio de los esquemas de las relaciones que también se repiten.
Lo más triste es que ese final se da algo que me parece asqueroso: la condescendencia. En favor de ese "recuerdo" que se quiere preservar uno se torna condescendiente, aquiescente. Y entonces adquiere la investidura del que perdona, del que otorga, del que da, del que comprende. Pero igual nos quedamos sin la persona amada y eso no es más que quedarnos solos de nosotros mismos.
¿Que si no la extraño? Carajo, claro que sí. Como en cada ocasión se extraña a la persona que se va. Nunca más es una frase que pesa enormemente porque es cierto, nunca más. Nunca es una palabra definitiva, absoluta, nos cierra todo, y la tenemos que albergar prontamente para que no tratemos de iniciar de nueva cuenta esa relación que se ha muerto.
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