THOM YORKE, RADIOHEAD



Escucho a Diego “El Cigala”. Me gusta mucho su tono de voz, áspero, seco, con esas ondulaciones que sólo pueden hacerlo quienes cantan "cante" desde que nacieron, pero lo que más me gusta es que canta el viejo dolor de los españoles o diría mejor, de los gitanos: el cante. Las combinaciones que hace cantando música rancheras con el tono del cante, o el tango, hermosísimo, con el sonsonete del cante. 
Hay canciones que me parecen absurdas porque se ha reproducido hasta la náusea. Me parecen insoportables: Alfonsina y el mar, por ejemplo. Para un hombre de mi edad claro, esas canciones son viejas; para un hombre joven casi son nuevas o simplemente no las conoce e incluso le pueden parecer ridículas, porque el contexto en el que fueron escritas es otro. Y todo es porque los tiempos se superponen, y de pronto yo estoy a la par que un joven de 25 o 28 años y puedo escuchar a Diego “El Cigala” como a Pearle Jam con su vocalista y compositor Eddie Vedder, fresco, siempre sin salir de sí, aún a pesar de cantar "wrong" o a ese grupo llamado Radiohead, cuyo cantante y director tiene un ojo dormilón, el ojo izquierdo, sí, se llama Thom Yorke. Su ojo caído siempre me ha parecido como una vela de un bajel cayendo, en medio de altamar. 



Me gusta como canta. Escuchar sus canciones como la que dice: “The more you try to erase me/ The more that I appear/ The more I try to erase you/ The more that you appear” de Eraser o la que suena con estas palabras: “But I’m a creep/ I’m a weirdo/ What the hell am I doing here?/ I don’t belong here” de Creep 
Eddie Vedder también tiene una canción tan abruptamente desoladora que se llama “wrong”, ahí habla de que es peor que una basura, seguramente saltó a la fama porque todos, de una u otra manera, sentimos eso, ser una basura, sea porque no nos construyeron bien nuestra autoestima, o porque es parte de la idiosincracia del mexicano, o simplemente porque nos asalta el pensamiento enormemente satisfactorio de sentirnos como una llaga que se abre y se vuelve a abrir y con ello, al mismo tiempo, supurar llanto, dolor, frustración. Pero tampoco es para tanto, nadie es tan repulsivo ni tampoco nadie es un error, un mal momento quizá. No somos tan importantes, aunque nuestras vidas sean las únicas que tenemos y de ello sí tenemos que quejarnos. 
Hoy I. me comentó de su amigo C que siempre se burla del dramatismo de las personas, tiene razón, en el fondo creo que he llegado a ese convencimiento, ¿para qué quejarse? Sólo le damos la vuelta al sufrimiento para luego volvernos a topar con él y con él queremos congraciarnos con el otro, pero si ese otro nos desarma con un "bájale de guevos", jajaja, me mata de amor porque de inmediato me siento sobrepasado en mi sufrimiento. Tengo que bajarle de "guevos", tragarme mi dramatismo de violín minúsculo y "bajarle" de guevos para no aburrir y aburrirme. Al final, tengo que reconocerlo, a nadie le importa mi sufrimiento, sólo a mí mismo, y eso... a veces.
            Por otro lado, creo que también el gozo de la vida es lo más importante que se nos da, pero estoy convencido de que esa capacidad depende de cómo nos hayan abierto para poder apreciar el tono de la vida y no sólo el llanto, el dolor, la muerte, la desaparición. No quiero generalizar, esta tendencia es estúpida, porque creemos que nosotros somos el canon del dolor o del llanto y apenas si hemos aprendido a sonreír, nada, todo esto es absurdo. Porque a nuestro dolor siempre se responde con otro dolor más enorme, más grande, es como si la vida nos diera un entrenamiento para soportar cada día una dosis de dolor más fuerte y más fuerte. Pero ya generalicé, me aburre. La tendencia es a convertirnos en el ombligo del mundo y nada, nada más falso. Si desaparecemos apenas nos recordarán dos o tres personas unos meses, unos años, hasta que esas personas se mueran y quedaremos sólo como testimonios de una época, como las fotografías viejas, que ya no sabemos quiénes fueron ni que pensaron, ni si sufrieron o saltaron de alegría, ¿dónde queda todo?

La totalidad de nuestras vidas sólo la tenemos cuando morimos, ahí nuestro pasado queda absolutamente petrificado, sin sombra de ayer y sin perspectiva de una mañana. Ahí está todo ya sin posibilidad de modificación. Ahí dejas lugares, cuadros, escritos, líneas garabateadas, sueños, reclamos, quejas y amores, y frustraciones, muchas frustraciones y a nadie le importa... Cuando mueres ya no estás más para nadie, ni para ti mismo; en cierta medida pareciera que la existencia no es más que una grotesca broma en la que sólo estás para dejar algunos cuantos recuerdos en el corazón de quienes te amaron, un pequeño espacio que compartiste con algunas personas a través del tiempo...,y esos que te recuerdan, igual que tú, se quedarán solos de sí mismos, sólo eso.