La muerte de mi amigo Kande Mutsaku


Un miedo perturbador hace presa de nosotros: el espacio oscuro, la pantalla de oscuridad que impide la entera visibilidad de las cosas, las sombras ominosas que presagian dolor, las gentes que se miran en ese espacio que se queda en las orillas y nos quiebra la mirada, las verdades que apenas son sólo interpretaciones. Disolver los fragmentos de noche que se oponen a la luz, hacer que no existan más espacios oscuros en la sociedad, demoler esas cámaras negras en las que se fomenta la arbitrariedad de las acciones, los caprichos de los políticos, las supersticiones religiosas, los complots de los tiranos y los frailes vocingleros, las ilusiones de ignorancia, las exclusiones cívicas, sociales, la fragilidad siempre presente, el dolor siempre punzante quizá hoy se ha convertido en un sueño, en el lugar del deseo imposible. No puedo más que pensar en la muerte de un amigo, en su muerte sin nombre y que es, al final, él y todas las muertes. Su nombre Kande Mutsaku, africano, del Congo. Luego de dos años de no verlo me reencontré con el en las puertas de la Facultad, por casualidad. Fue un enorme gusto. Me contó que iba a ser Cónsul del Congo en México. Prometimos vernos pronto, me dio su mail y su teléfono, los apuntó en mi libreta. Nunca más volveré a verlo. Lo paradójico es que alguna vez la construcción de la polis constituyó el lugar, el espacio no sólo de lo político sino también de la civitas, de la civilización. La Zeitgeist era sólo la comarca donde el aire de la ciudad liberaban, y eso es lo que se muda, se trastoca, se invierte: la ciudad entonces sólo es una estratagema de guerra, una estrategia fatal, el foco de la crisis de lo político y de lo bélico, porque lo militar y lo político están unidos. El espanto se apodera de la ciudad. Nuestra ciudad es el territorio del miedo, el espectáculo de la sinrazón, el lugar donde la aglomeración ya no tiene rostro ni escala humana. Nunca más lo volveré a ver. Me entristece su muerte, me entristece esta muerte porque entra dentro de las cifras del horror.